martes, 10 de febrero de 2009

La valija

Esta es una de las ilustraciones para los cuentos que saldrán publicados en la revista Esperando a Godot en marzo.




La Valija (viaje sin pausa) de Marga Gollmann [Tercer Premio]


El descuartizador llevaba a su víctima en una valija de cabritilla roja para que la sangre fresca que ensuciaba el cuero no lo delatase y mirando por encima de su hombro la abandonó en el baldío en donde los pibes que jugaban a la pelota avisaron a la policía que después de hacer los trámites pertinentes la depositaron con su morboso contenido en el laboratorio para que la examinaran los expertos que no pudieron evitar que más tarde un empleado infiel la robara y la vendiera por ocho pesos al mercachifle del barrio que se la ofreció esa misma tarde a la paragaya Zunilda que la compró por quince y le pidió a su novio el zapatero que la tiñera de verde para regalársela a su otro novio el contador y así la valija se llenó de cheques y pesos quedando tan llamativa que despertó la codicia de un motochorro que iba a la caza de algún desprevenido que resultó ser el cobrador y se le puso a la par cuando cruzaba Corrientes al 2300 arrancándole la valija y con el contenido se compró pasajes para irse al norte con toda su familia en un colectivo trucho que la transportó atada al techo del que se soltó y fue a parar a la banquina en donde la recogió un cartonero pero como llovía comenzó a desteñirse sobre el carro del que al día siguiente lo rescató su mujer que no había olvidado las clases de manualidades de su incompleto secundario y para restaurarla le robó a su hijo algo del pegamento con el que se drogaba y lo usó para forrarla con un rollo de papel amarillo que encontró entre los cartones y la llenó de ropa para vender en la feria americana de Mataderos en donde una vecina se dio cuenta de que el cuero todavía estaba en buen estado ofreció veinte pesos por ella le quitó el empapelado y la desarmó tiñéndola de azul noche dejándola secar durante dos días para después recortar el cuero con la forma de unos moldes que tenía y armar unos bolsitos muy paquetes con pasacintas de cordones dorados con un logotipo elegante para que al final la valija azul continuando con el destino de su primer contenido valga decir descuartizada fuera entregada transformada en primorosos estuches en la famosa joyería de Florida y Marcelo T. de Alvear a pocos metros de la plaza San Martín.

3 comentarios:

Katrina Van Dassos dijo...

Genial la ilustración,
ahora que, en cuanto al texto... al único que le permito escribir sin signos de puntuación es a Saramago.
jajajaja

Un beso!

RebecaTz dijo...

Me encantó el dibujo, Bárbara.
El relato me recordó a otro que alguna vez leí, La historia de un peso (o algo así).
Buen punto el de Katrina, ji ji.

¡Estaré pendiente de la revista!

Abrazos.

Anónimo dijo...

La ilustraciòn es buenisima, me gustò el texto tambièn...la verdad muy bueno todo Bàrbara.

nos vemos por ahì.